Asir nuestras posesiones y seres queridos con soltura hace que nuestra esperanza crezca.

En la mayoría de las temporadas navideñas, unos cuantos juguetes o accesorios «imprescindibles» del año aparecen anunciados en los programas de televisión y en las promociones pagadas en las redes sociales. Pero la gran historia de las compras navideñas de este año ha sido la ansiedad por los precios y el flujo de las cadenas de suministro [enlaces en inglés], y por saber si recibiremos todas las cosas que queremos a tiempo para desenvolverlas el 25 de diciembre.
Como cristianos, sabemos que no deberíamos dejar que las cosas que deseamos tengan tanta influencia sobre nosotros. A menudo dejo las cosas que mi familia ya no usa en los contenedores de donaciones de Goodwill, alejándome cada vez con las palabras «nada me faltará» resonando en mi cabeza. Y, sin embargo, en cuanto el cartel del centro de donaciones aparece en mi espejo retrovisor, vuelvo a adquirir el hábito de comprar cosas que realmente no necesito.
Mi mente se aclara de nuevo en los momentos en que me concentro más en la primera parte de esa línea del Salmo 23:1: «El Señor es mi pastor». Esta lucidez es como el primer día en casa después de un viaje de campamento o de una visita a un lugar lejano.
Tengo todo lo que necesito. Y me acompaña adondequiera que voy.
Cada vez que cierro una pestaña de compras en línea, pienso en lo que Wendell Berry describe como la «alegría de la resistencia a las compras», decidiendo prescindir de las cosas que ya había puesto en mi carrito. Cuando la temporada de rebajas y el estrés nos presionan, esta resistencia requiere un esfuerzo. ...
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